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jueves, 6 de febrero de 2020

ASÍ VA EL MUNDO...F-16 ISRAELÍES LANZAN UN ATAQUE AÉREO SOBRE SIRIA...


En la madrugada del 6 de febrero, alrededor de las 3 a.m., hora local, varios aviones de combate F-16 lanzaron una serie de ataques aéreos con misiles contra la capital siria, según informaron los medios locales.

Los daños se produjeron en el aeropuerto internacional de Damasco, y en las instalaciones ubicadas en las inmediaciones. El ataque con misiles lanzado desde el espacio aéreo del vecino Líbano fue repelido solo parcialmente.

Se informó que algunos de los misiles disparados por los F-16 israelíes pudieron superar los límites de los sistemas de defensa aérea ubicados tanto en el área de los Altos del Golán como en los suburbios de Damasco sirio. Cómo resultado, se informó que un gran depósito militar, donde, presumiblemente, había almacenamiento de municiones, fue destruido. Sin embargo, los sistemas de defensa aérea sirios lograron derribar parte de los misiles, pero no en su totalidad.

Información sobre las víctimas, lesiones y daños materiales aún no está disponible, pero los expertos llaman la atención sobre el hecho de que el ataque a la capital siria fue infligido, aparentemente con la aprobación de la parte rusa, ya que los sistemas de defensa aérea sirios no fueron atacados por los aviones F-16, situación que invita a realizar muchas preguntas sobre la real situación en el país.

Debe aclararse que inicialmente se había informado que el ataque a Siria había sido realizado por aviones de combates franceses, ya que unas pocas horas antes, el portaaviones francés Charles a Gaulle se acercó a la costa de Siria a una distancia de ataque, pero luego se supo que los ataques fueron de las FDI.



Ya no hacen los espejos como antes.

Poldy Bird











El espejo tenía un marco dorado y me reflejaba entera: suelto el pelo de miel, suelta la sonrisa, pies bailarines, inquietas manos, suelta mirada que todo lo descubría: un punto diminuto, una estrella fugaz cruzando el pedacito de cielo que se veía por la venta­na abierta, la hormiga laboriosa con su gran hoja a cuestas, la gota de sudor recorriendo el terso cuello de satín.

¡Oh, qué joven y bella y tan llena de ganas y de sueños!

Si miraba un poco más intensamente, podía ver también el corazón con taquicardia, racimo de uvas, ramito de violetas bajo la fina piel del pecho, la luna pegada con saliva en el vientre, las estrellas picadas como arena, espolvoreadas sobre el cuerpo que bri­llaba.

El amor era alegre.

El deseo, impetuoso.

El miedo no existía.

Todo era apuro, necesidad, omnipotencia.

El pasado se dejaba tirado por ahí; no había tiempo para ordenarlo: después la vida se encarga de esas cosas.

Y el futuro... el futuro, vasto como un océ­ano, infinito, lejano, inabordable, ¿por qué pensar en el futuro cuando el presente te dejaba entrecortada la respiración, sin un segundo libre, amontonando asombros e infor­mación, sensaciones, respuestas que se anticipaban a las preguntas?

Eran los mayores los que se preocupaban por el futuro.

Para mí el futuro iba pasando, transcu­rriendo en mi sangre enamorada. Enamorada era mi estado natural. Y el de todos los que se reflejaban en el espejo. ¿De qué otra forma se podía vivir? ¿Acaso sin estar enamorada?

¿Cómo hubiera podido?









¿Cómo?

Que alguien me enseñe cómo.

Que alguien me explique de qué manera se hace obediente y lento el pensamiento, se lo encierra con llave en una caja y se consi­gue que permanezca allí.

Que alguien me diga cuánto dura un minuto cuando no se espera a nadie en espe­cial, o cuando se espera a quien no llega... a quien tarda... a quien todavía no hemos conocido.

Porque no se vive sin un amor.

Porque la soledad no puede dibujarse, ¿cómo la dibujarías?, ¿con qué color, con qué forma monstruosa, con qué arma letal en las garras? En el espejo aquel mi vestido olía a jazmines, mi alma paseaba por jardines, buscába­mos la última fila de los cines para besarnos y comer chocolatines, en las dietas prohibían los tallarines, no temíamos no conseguir tra­bajo, los escalones iban para arriba (así como hoy lo hacen para abajo); si no te ibas al mar no era verano...

Y nadie, pero nadie imaginaba que se podía querer sin dar la mano, sin respirar al otro, sin tocarlo, sin sentirlo más cerca que a tu piel...

¡Se decían las cosas frente a frente, sin fax, sin e- mail!

¡Qué bella en el espejo!
Qué iluminada vida, sin cansancio, con ganas de correr, la puerta abierta, la calle de brazos abiertos, ¡qué bello nuestro abrazo reflejado en el espejo!

Sofocándonos.

Anudándonos.

Todo pasaba por el espejo: la curiosidad, la acción, el paisaje, la contemplación...

El espejo tiene un marco dorado y me refleja entera.

Miro de reojo para no ver lo que no quie­ro ver.

Es vanidad detenerse frente al espejo, por eso lo hago como al pasar y rápido, total, me sé de memoria.

Sé que ya no puedo verte en los espejos porque no estás.

Porque no regresas aunque le grite a Dios que te resucite, que se acuerde de Lázaro... pero ha pasado tanto tiempo que ha olvidado a Lázaro, y mi llanto y mis gritos, entre tantos llantos y tantos gritos... no llegan a destino.

¿Soy yo esa que veo allí?

¿Soy ese gesto de temor, de preocupación, ese ligero temblor, ese silencio...?

¿Soy yo esa penumbra, ese abatido cuerpo que se esfuerza por huir del cansancio?

¿Soy yo esa que tiene escrito en la frente un letrero que dice ¿"Y LA FELICIDAD"?

¿Y el amor, y la charla en el bar, y las confidencias a la hora del búho, y los amigos?

¿Y...?

No sé, no sé, no sé... sucede que ya no me sucede mirarme en el espejo.

Que este espejo no muestra la verdad, que distorsiona todo, que... no sé, no sé, no sé.

¡Ya no hacen los espejos como antes, cuando tenía los ojos de diamantes!.

Así sucedió en Roma en el año 590, cuando San Gregorio Magno, de la familia senatorial de la gens Anicia, fue elegido papa con el nombre de Gregorio I (540-604).

San Gregorio y el coronavirus de su tiempoRoberto de Matteipublicado el 28 febrero 2020 El coronavirus, también conocido como COVID-19 y cuy...

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