LISTA DE BLOGS
ARCHIVO DE BLOGS
- abr 08 (2)
- mar 19 (4)
- feb 28 (2)
- feb 20 (4)
- feb 16 (1)
- feb 12 (3)
- feb 07 (3)
- feb 06 (2)
- mar 30 (4)
- ene 26 (3)
- ene 15 (4)
- ene 09 (4)
- ene 03 (7)
- dic 06 (5)
- dic 01 (1)
- nov 21 (4)
- nov 15 (2)
- nov 14 (2)
- nov 07 (3)
- oct 11 (1)
- oct 06 (2)
- sept 10 (3)
- sept 07 (3)
- sept 05 (2)
- ago 30 (4)
- ago 23 (2)
- ago 17 (4)
- ago 14 (3)
- ago 13 (2)
Translate
miércoles, 8 de abril de 2020
Así sucedió en Roma en el año 590, cuando San Gregorio Magno, de la familia senatorial de la gens Anicia, fue elegido papa con el nombre de Gregorio I (540-604).
San Gregorio y el coronavirus de su tiempoRoberto de Matteipublicado el 28 febrero 2020
El coronavirus, también conocido como COVID-19 y cuyo origen desconocemos, así como los verdaderos datos en cuanto a su difusión y posibles consecuencias, está envuelto en un halo de misterio. Lo que sí sabemos es que las pandemias siempre se han considerado a lo largo de la historia como flagelos divinos, y que el único remedio que ofrece la Iglesia es la oración y la penitencia.
Así sucedió en Roma en el año 590, cuando San Gregorio Magno, de la familia senatorial de la gens Anicia, fue elegido papa con el nombre de Gregorio I (540-604).
Italia se hallaba convulsionada por enfermedades, carestía, agitación social y la devastadora invasión lombarda. Entre los años 589 y 590, una epidemia de peste, la temible lues inguinaria, tras haber devastado el territorio de Bizancio en Oriente y el de los francos en Occidente, se desencadenó sobre la ciudad de Roma. Los habitantes de la urbe vieron en dicha epidemia un castigo divino por la corrupción de la ciudad.
La primera víctima que segó la peste en Roma fue el papa Pelagio II, que falleció el 5 de febrero del año 590 y fue sepultado en San Pedro. El clero y el senado romanos eligieron como sucesor a Gregorio, que tras haber sido prefectus urbis, vivía en su celda monástica del monte Celio. Después de ser consagrado el 3 de octubre, el nuevo pontífice tuvo que afrontar el flagelo repentino de la peste. San Gregorio de Tours (538-594), contemporáneo y cronista de aquellos sucesos, cuenta que en un memorable sermón predicado en la iglesia de Santa Sabina Gregorio invitó a los romanos a imitar, contritos y penitentes, el ejemplo de los ninivitas: «Mirad a vuestro alrededor y ved la espada de la ira de Dios desenvainada sobre todo el pueblo. La muerte nos arrebata repentinamente del mundo sin concedernos un instante de tregua. ¡Cuántos en este mismo momento están en poder del mal a nuestro alrededor sin poder pensar siquiera en la penitencia!»
Así pues, el Papa los exhortó a alzar la mirada a Dios, que permite tan tremendos castigos para corregir a sus queridos hijos. A fin de aplacar la cólera divina mandó celebrar una letanía septiforme, es decir, una procesión de toda la población romana, dividida en siete cortejos con arreglo a su sexo, edad y condición social. La procesión partió de las diversas iglesias romanas en dirección a la basílica vaticana entonando las letanías en su recorrido por la Ciudad Eterna. Éste es el origen de las letanías mayores o rogaciones de la Iglesia, con las que imploramos a Dios que nos salve de adversidades. Los siete cortejos avanzaban entre los edificios de la antigua urbe, descalzos, a paso lento y con la cabeza cubierta de ceniza. Mientras avanzaban en medio de un silencio sepulcral, la epidemia se agravó al extremo de que en el breve espacio de una hora ochenta personas cayeron muertas al suelo. Con todo, San Gregorio no dejó por un momento de exhortar al pueblo para que siguiese rezando y pidió que un cuadro de Nuestra Señora de Araceli, pintada por el evangelista San Lucas, encabezara la procesión (Gregorio de Tours, Historiae Francorum, libro X, 1).
La Leyenda Áurea, compendiode tradicionestransmitidas desde los primeros siglos de la era cristiana compilado por Jacobo de la Vorágine, narra que a medida que avanzaba la imagen, el aire se iba volviendo más limpio y saludable y se disolvían los pestíferos miasmas, como si no pudieran soportar la sagrada presencia. Cuando llegaron al puente que comunica la ciudad con el mausoleo de Adriano, conocido en el Medioevo como Castellum Crescentii, de repente, se oyó a un coro de ángeles que cantaban: «¡Regina Cœli, laetare, Alleluja / Quia quem meruisti portare, Alleluja / Resurrexit sicut dixit, Alleluja!» A lo que San Gregorio respondió en voz alta: «¡Ora pro nobis rogamus, Alleluia!» Fue así como nació el Regina Cœli, la antífona con la que en el tiempo pascual saluda la Iglesia a María Reina con motivo de la resurrección del Salvador.
Terminado el canto, los ángeles se colocaron en círculo en torno al cuadro y San Gregorio Magno, alzando los ojos, vio en lo alto del castillo a un ángel exterminador que, tras limpiar la espada chorreante de sangre la enfundaba en señal de haber cesado el castigo. «TuncGregorius vidi super Castrum Crescentiiangelum Domini qui glaudiumcruentatumdetergens in vagina revocabat: intellexitque Gregorius quod pestisilla cessasset et sic factum est. Unde et castrum illud castrum Angeli deincepsvocatum est». Comprendio San Gregorio que la peste había llegado a su fin, y desde entonces el castillo fue conocido como Castillo del Santo Ángel (Leyenda Áurea, Jacobo de la Vorágine).
El papa Gregorio fue más tarde canonizado y proclamado Doctor de la Iglesia, y pasó a la historia con el sobrenombre de Magno. Después de su muerte los romanos comenzaron a llamar al mausoleo de Adriano con el nombre de Castillo del Santo Ángel, y en recuerdo del prodigio instalaron en lo alto una estatua de San Miguel enfundando su espada. En el Museo Capitolino se conserva todavía una piedra circular con la impronta de los pies que, según la tradición, habría dejado el Arcángel cuando se detuvo para anunciar el fin de la epidemia. El cardenal César Baronio, conocido por su rigor uno de los mayores historiadores de la Iglesia, confirma la aparición del Arcángel en el techo del castillo (Odorico Ranaldi, Annali ecclesiastici tratti da quelli del cardinal Baronio, anno 590, Appresso Vitale Mascardi, Roma 1643, pp. 175-176).
Es preciso señalar que el Ángel, gracias a la invocación de San Gregorio, envainó la espada. Esto quiere decir que la había desenvainado antes para castigar los pecados del pueblo romano. Los ángeles son en realidad ejecutores de los castigos de Dios sobre los pueblos, como nos recuerda la dramática visión del Tercer Secreto de Fátima, exhortándonos al arrepentimiento: «Vimos un ángel con una espada de fuego en la mano izquierda que despedía unas llamas que parecía que fueran a incendiar el mundo. Pero se apagaron al entrar en contacto con el esplendor que irradiaba hacia él desde la mano derecha de Nuestra Señora. Y señalando a la Tierra con la mano derecha, el ángel exclamó con voz sonora: “¡Penitencia, penitencia, penitencia!”»
¿Guarda alguna relación la propagación del coronavirus con la visión del Tercer Secreto? Ya se verá. En todo caso, la exhortación a la penitencia sigue siendo el remedio primordial que nos garantiza la salvación, tanto en el tiempo como en la eternidad. Las palabras de San Gregorio Magno deben seguir resonando en nuestro corazón: «¿Qué decir de los terrible sucesos que hemos presenciado sino que son presagio de la ira futura? Meditad, pues, carísimos hermanos, con suma atención en aquel día. Enmendad vuestra vida. Cambiad vuestras costumbres. Venced con todas vuestras fuerzas la tentación del mal. Expiad con lágrimas los pecados cometidos».
De estas palabras, y no del sueño de la Amazonia felix, tiene hoy necesidad la Iglesia, que se nos muestra tal como la veía San Gregorio en su tiempo: «Nave vetusta y tremendamente desvencijada: las olas penetran por todas partes, las maderas están podridas, y es zarandeada por la violenta y diaria tempestad, presagiando el naufragio» (Registrum I, 4 ad Ioann. episcop. Constantinop.). Entonces la Divina Providencia suscitó un piloto que, como afirma San Pío X, supo «llevarla a puerto entre aquel oleaje proceloso, guardándola de futuras tormentas.» (Encíclica Jucunda sane del 12 de marzo de 1904).
SOLO POR FE Y POR VISTA... ROMA ...LA PESTE...EL ARCANGEL MIGUEL Y LA ESPADA ENVAINADA
En el año 590 dC Roma fue devastada por la peste y el papa llamó a todo el pueblo en procesión para rezar por el fin de la terrible plaga. En ese momento el Arcángel Miguel se apareció en la parte más alta del castillo con todo su esplendor. A la vista de todos el Arcángel enfundó su espada y este gesto fue interpretado por el papa como el anuncio del fin de la peste.
Inmediatamente después de la aparición la peste dejó de asolar Roma y el Papa para conmemorar este hecho hizo poner en lo alto del castillo la estatua del ángel en madera, sustituida a lo largo de los años hasta el actual hecho de bronce por Peter Anton von Verschaffelt.Shutterstock-Di Luxerendering San Miguel Arcángel
La leyenda cuenta que el ángel dejó marcado (donde “aterrizó”) sus huellas en el mármol del castillo. Este trozo de piedra aún existe y puede verse en los Museos Capitolinos.
Ya en el año 1535, el Papa Clemente VII hizo erigir las estatuas de los apóstoles San Pedro y San Pablo, a los que se añadieron más tarde los cuatro evangelistas y patriarcas que representaban las estatuas de Adán, Noé, Abrahám y Moises.
En 1669, el Papa Clemente IX encomendó a Bernini que le diera una nueva cara al puente y esta sería la última gran obra de Bernini. Programó la construcción de diez ángeles que sostenían los instrumentos de la Pasión, un majestuoso vía Crucis sobre el puente, que servía de preparación para el sacramento de la reconciliación hasta llegar a la Basílica de san Pedro.
El rostro de los ángeles se ven serenos por la esperanza de la Resurrección, y si bien todos fueron proyectados por Bernini, realmente él sólo realizó dos: el ángel que tiene el cartel “I.N.R.I.” y el que tiene la Corona de Espinas.
Al ver tan bellas imágenes y por miedo que se arruinaran por las inclemencias del tiempo las hizo quitar de allí. Se reemplazáron con copias hecha por otros artistas y hoy las originales se encuentran en la iglesia de Sant’Andrea delle Fratte, también en Roma.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Así sucedió en Roma en el año 590, cuando San Gregorio Magno, de la familia senatorial de la gens Anicia, fue elegido papa con el nombre de Gregorio I (540-604).
San Gregorio y el coronavirus de su tiempoRoberto de Matteipublicado el 28 febrero 2020 El coronavirus, también conocido como COVID-19 y cuy...
ENTRADAS POPULARES
-
No llores si me amas No llores si me amas, Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo! Si pudieras oír el cántico de los ángeles y ve...
-
El 9 de febrero de 1975 se pone en marcha el “Operativo Independencia” . El ejército empieza las operaciones de guerra contra la subvers...
-
ESTA ES LA VERDAD HISTÓRICA...ESTOS SON NUESTROS HÉROES Y MÁRTIRES...ESTOS SON LOS QUE SUPIERON DEFENDER A LA PATRIA HASTA PERDER LA VID...